Lo que los demás esperan de uno
puede desencadenar un conjunto de acciones que nos lleven mucho más allá de lo
que podemos imaginar, en lo mejor y en lo peor. Este principio de actuación a
partir de las expectativas de los demás se conoce en psicología como el efecto Pigmalión.
El efecto Pigmalión es el proceso
mediante el cual las creencias y expectativas de una persona respecto a otro
individuo afectan de tal manera a su conducta que el segundo tiende a
confirmarlas.
Uno de los experimentos más
conocidos es el que llevaron a cabo en 1968 Robert Rosenthal y Lenore Jacobson,
bajo el título Pigmalión en el aula. El estudio consistió en informar a un
grupo de profesores de primaria de que a sus alumnos se les había administrado
un test que evaluaba sus capacidades intelectuales. Luego se les dijo a los
profesores cuáles fueron, concretamente, los alumnos que obtuvieron los mejores
resultados. Los profesores también fueron advertidos de que esos alumnos serían
los que mejor rendimiento tendrían a lo largo del curso. Y así fue. Ocho meses
después se confirmó que el rendimiento de estos muchachos especiales fue mucho
mayor que el del resto. Hasta aquí no hay nada sorprendente. Lo interesante de
este caso es que en realidad jamás se realizó tal test al inicio de curso. Y
los supuestos alumnos brillantes fueron un 20% de chicos elegidos completamente
al azar, sin tener para nada en cuenta sus capacidades. ¿Qué ocurrió entonces?
¿Cómo era posible que alumnos corrientes fueran los mejores de sus respectivos
grupos al final del curso? Muy simple, a partir de las observaciones en todo el
proceso de Rosenthal y Jacobson se constató que los maestros se crearon tan
alta expectativa sobre esos alumnos que actuaron a favor de su cumplimiento. De
alguna manera, los maestros convirtieron sus percepciones sobre cada alumno en
una didáctica individualizada que les llevó a confirmar lo que les habían
avisado que sucedería.
Sin duda, la predisposición a tratar a alguien de una determinada manera queda
condicionada en mayor o menor grado por lo que te han contado sobre esa persona.
Y es que Pigmalión tiene una
explicación científica: hoy sabemos que cuando alguien confía en nosotros y nos
contagia esa confianza, nuestro sistema límbico acelera la velocidad de nuestro
pensamiento, incrementa nuestra lucidez y nuestra energía, y en consecuencia,
nuestra atención, eficacia y eficiencia.
Las profecías tienden a
realizarse cuando hay un fuerte deseo que las impulsa. Del mismo modo que el
miedo tiende a provocar que se produzca lo que se teme, la confianza en uno
mismo, aunque sea contagiada por un tercero, puede darnos alas.
Goethe dijo: “Si tratamos a una persona como lo que es, seguirá siendo lo que es;
pero si la tratamos como lo que podría ser, entonces se convertirá en todo lo
que puede llegar a ser”.
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