Consulta de Psicología ubicada en El Ejido que aborda los principales problemas psicológicos: trastornos de ansiedad, depresión, estrés, autoestima e inseguridad, hipocondría, terapia de pareja, duelo, miedos y fobias, Tratamiento realidad virtual 3D para las principales fobias (amaxofobia, fobia a volar, alturas, claustrofobia...) conductas adictivas (ludopatía, alcohol, drogas) técnicas de estudio, terapia familiar, disfunciones sexuales (impotencia, dispaurenia, falta deseo)...
Un persona optimista disfruta del éxito y aprende del fracaso. Un pesimista tiene miedo de su propio éxito y sufre por los fracasos. Esa es la razón por la cual, la suerte se inclina del lado de aquel que disfruta y aprende>>.
“Todos somos completamente independientes y autosuficientes… Sólo que pocos lo saben"
viernes, 28 de marzo de 2014
viernes, 21 de marzo de 2014
La fábula de la vaca o descubre de lo que eres capaz
“La fábula de La Vaca” o
“Descubre de lo que eres capaz…”
“Un maestro de la sabiduría paseaba por un bosque con
su fiel discípulo, cuando vio a lo lejos un sitio de apariencia pobre, y
decidió hacer una breve visita al lugar.
Durante la caminata le comentó al aprendiz sobre la
importancia de las visitas, también de conocer personas y las oportunidades de
aprendizaje que tenemos de estas experiencias.
Llegando al lugar constató la pobreza del sitio, los
habitantes, una pareja y tres hijos, la casa de madera, vestidos con ropas
sucias y rasgadas, sin calzado, entonces se aproximó al señor, aparentemente el
padre de familia y le preguntó:
¿En este lugar no existen señales de trabajo ni puntos de
comercio tampoco, como hacen el señor y su familia para sobrevivir aquí?
El señor calmadamente respondió: amigo mío, nosotros tenemos
una vaca que nos da varios litros de leche todos los días. Una parte del
producto la vendemos o la cambiamos por otros géneros alimenticios en la ciudad
vecina y con la otra parte producimos queso, cuajada, etc., para nuestro
consumo y así es como vamos sobreviviendo. El sabio agradeció la información,
contempló el lugar por un momento, luego se despidió y se fue.
En el medio del camino, se volvió hacia su fiel discípulo y
le ordenó al aprendiz: busca la vaca, llévala al precipicio de allí enfrente y
empújala al barranco.
El joven espantado miró al maestro y lo cuestionó sobre
el hecho de que la vaca era el medio de subsistencia de aquella familia. Pero
como percibió el silencio absoluto del maestro, fue a cumplir la orden. Así que
empujó la vaca por el precipicio y la vio morir. Aquella escena quedó grabada
en la memoria de aquel joven durante algunos años.
Un día el joven resolvió
abandonar todo lo que había aprendido y regresar a aquel lugar y contarle todo
a la familia, pedir perdón y ayudarlos. Así lo hizo, y a medida que se
aproximaba al lugar veía todo muy bonito, con árboles floridos, todo habitado,
con coche en el garaje de una gran casa y algunos niños jugando en el jardín.
El joven se sintió triste y desesperado imaginando que
aquella humilde familia tuviese que vender el terreno para sobrevivir, aceleró
el paso y llegando allá, fue recibido por un señor muy simpático, el joven
preguntó por la familia que vivía allí hacia unos cuatro años, el señor
respondió que siguen viviendo aquí. Espantado el joven entró corriendo a la
casa y confirmó que era la misma familia que visitó hace algunos años con el
maestro. Elogió el lugar y le preguntó al señor (el dueño de la vaca):
¿Cómo hizo para mejorar este lugar y cambiar de vida?
El señor entusiasmado le respondió: nosotros teníamos una
vaca que cayó por el precipicio y murió, de ahí en adelante nos vimos en la
necesidad de hacer otras cosas y desarrollar otras habilidades que no sabíamos
que teníamos, así alcanzamos el éxito que sus ojos vislumbran ahora.”
Moraleja: Tú
también tienes una vaca que te proporciona alguna cosa básica para tu
supervivencia, pero a la vez te limita porque te ha inducido a la rutina de
dejarte llevar. Descubre cual es tu vaca. Aprovecha esta lectura para empujar
tu vaca por el precipicio.”
martes, 4 de marzo de 2014
La ira deja señales
LA IRA DEJA SEÑALES
Se cuenta que había una vez un niño que siempre estaba malhumorado y de mal genio. Cuando se enfadaba, se dejaba llevar por su ira y decía y hacía cosas que herían a los que tenía cerca. Un día su padre le dio una bolsa con clavos y le dijo que cada vez que tuviera un ataque de ira clavase un clavo en la puerta de su habitación.
El primer día clavó treinta y siete. En el transcurso de las semanas siguientes el número de clavos fue disminuyendo. Poco a poco, fue descubriendo que le era más fácil controlar su ira, que clavar clavos en aquella puerta de madera maciza. Finalmente, llegó un día en que el niño no clavó ningún clavo. Se lo dijo a su padre y éste le sugirió que cada día que no se enojase desclavase uno de los clavos de la puerta.
Pasó el tiempo y, un día, le dijo al padre que ya había sacado todos los clavos.
Entonces éste cogió de la mano al hijo, lo llevó a la puerta de la habitación y le dijo:
- Hijo, lo has hecho muy bien, pero mira los agujeros que han quedado en la puerta. Cuando una persona se deja llevar por la ira, las palabras dejan cicatrices como éstas. Una herida verbal puede ser tan dolorosa como una herida física. La ira deja señales.
¡No lo olvides nunca!
Se cuenta que había una vez un niño que siempre estaba malhumorado y de mal genio. Cuando se enfadaba, se dejaba llevar por su ira y decía y hacía cosas que herían a los que tenía cerca. Un día su padre le dio una bolsa con clavos y le dijo que cada vez que tuviera un ataque de ira clavase un clavo en la puerta de su habitación.
El primer día clavó treinta y siete. En el transcurso de las semanas siguientes el número de clavos fue disminuyendo. Poco a poco, fue descubriendo que le era más fácil controlar su ira, que clavar clavos en aquella puerta de madera maciza. Finalmente, llegó un día en que el niño no clavó ningún clavo. Se lo dijo a su padre y éste le sugirió que cada día que no se enojase desclavase uno de los clavos de la puerta.
Pasó el tiempo y, un día, le dijo al padre que ya había sacado todos los clavos.
Entonces éste cogió de la mano al hijo, lo llevó a la puerta de la habitación y le dijo:
- Hijo, lo has hecho muy bien, pero mira los agujeros que han quedado en la puerta. Cuando una persona se deja llevar por la ira, las palabras dejan cicatrices como éstas. Una herida verbal puede ser tan dolorosa como una herida física. La ira deja señales.
¡No lo olvides nunca!
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