El oficio de
lamentarnos
Las personas estamos todo el día lamentándonos, que si
tenemos mucho trabajo, que si estamos
cansados, agobiados, que no tenemos trabajo, cuanta ilusión nos haría tener
hijos, que los niños estresan mucho, que si me duele la cabeza, que esta semana
ha sido dura, que cuanto cuesta…
Siempre quejándonos, como si así nos fuera a ir mejor,
pensando que es la solución a lo que nos ocurre, que alguien nos va ayudar así.
Nadie se queja de las cañas de los viernes, de los sábados, de las cenas de Navidad, de
las fiestas, de comprarse el último capricho… todo esto parece normal. Lo de
trabajar, cuidar a los hijos, un simple dolor de cabeza si que es motivo de
lloro.
Percibo escasas quejas de esto último, que agobiado estuve en
el último viaje, estaba cansado el día que estuvimos de cena.
Queremos tener una vida hedonística, todo placer, nada de
dolor.
Esta forma de afrontar la vida, los problemas se “hereda” a
las nuevas generaciones y vamos a conseguir que un simple resfriado sea como una
enfermedad terminal.
En la vida hay momentos buenos y no tan buenos, pero siempre
deberíamos tener una actitud positiva hacia los malos, y sentirnos agradecidos
de lo que tenemos sin compararnos con nadie.
Todo cuesta, nada se consigue sin esfuerzo… cada día que
pasa, cada caso nuevo me enseña que todos tenemos lo que nos merecemos, tenemos
aquello por lo que luchamos, por lo que nos esforzamos, si queremos más
tendremos que esforzarnos más… pero mejor sin quejas, estas no sirven de nada.
Deberíamos de valorar mucho más todo aquello que tenemos e
intentar solucionar los problemas, pero sin lamentos. Con mucha actitud y
alegría, seguro que nos iría mejor.
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